14 sept 2020

 A contramano de lo esperado, la gente en cuarentena compró más objetos coleccionables que los que vendió. Así lo destacó Paulo Petricorena, trabajador del rubro recolector





Ordenar el hogar fue uno de los primeros impulsos que tuvieron prácticamente todos los vecinos durante los primeros días del aislamiento obligatorio decretado ante la pandemia del coronavirus. Con ese panorama, entre las cajas y los anaqueles, comenzaron a surgir viejos elementos, antiguos juguetes o recuerdos emblemáticos que vuelven a florecer y llenan los ojos de nostalgia.

Con ese contexto como prólogo, la tarea de aquellos que se dedican a la compra y venta de elementos antiguos y de colección pensaron en tener una temporada repleta de ofrecimientos y pocas ventas, pero sorpresivamente fue todo lo contrario.

Así lo destacó Paulo Petricorena (43), quien desde hace más de 10 años trabaja en el rubro y posee su local El Recolector, ubicado sobre calle Independencia de barrio Ameghino.

“Pensé que me iban a ofrecer más cosas, pero me ofrecieron prácticamente lo mismo… lo normal. Y, por el contrario, he vendido mucho más. Supongo que es porque la gente está en la casa, aburrida, no tiene nada que hacer, agarra el teléfono, ve cosas y las compra”, afirmó a El Diario, Petricorena, quien también fundó y dirige El Museo del Coleccionista. 

Haciendo mayor énfasis en tal escenario, el entrevistado recalcó: “En un principio, cuando arrancó todo, dije: “No vendo más nada”. Y pensé así porque supuse que la gente iba a salir a comprar comida, guardar para impuestos o alquileres y que me iban a ofrecer mucho. No tenía tanta plata en el bolsillo entonces pensé que iba a tener mucho para comprar, iba a querer comprar y no iba a vender nada”.

“No publiqué más en las redes diciendo que compraba porque no quería gastar plata, pero vendí tanto que salí a comprar y no hay más oportunidades que en otros tiempos”.

 

Ciudades diferentes

Petricorena es mendocino, pero hace cinco años está en Villa María. Anteriormente se venía dedicando a tal rubro en Río Cuarto, pero al llegar a nuestra localidad (ciudad de la que es oriunda su esposa) se encontró con una tónica categóricamente distinta.

“En Río Cuarto, como comercio no andaba porque no es una ciudad tan comercial. Allá, si bien hay coleccionistas, la gente es más desprendida de las cosas y las vende… no tiene apego; en cambió acá, en Villa María, la gente sí tiene apego sobre las cosas. Acá me compran y allá me venden”, matizó.

 

Los primeros años

El inicio en el rubro se dio cuando él formaba parte de una empresa en Huinca Renancó, según sostuvo.

“Como era supervisor me tocaba viajar, entonces mientras trabajaba pasada por diferentes lugares y en todos compraba algo... para ver cómo venía la cosa. Todo eso lo hice de manera paralela, pero cuando me quedé sin trabajo empecé a vender mis colecciones de una manera más comercial”. 

“Nunca pensé que me iba a dedicar a esto. Empecé coleccionando monedas y billetes porque me aburría, estaba solo y no tenía actividades los fines de semana… después arrancó todo”.

El momento crucial tal vez se dio cuando tuvo que comercializar los primeros elementos que valoraba. A esto, el recolector recordó: “Primero vendí todo lo repetido, porque tenía mucho. Estuve una semana haciendo un duelo y puse todo de golpe a la venta, si no sufría más”.

“Tenía colección de monedas, billetes, estampillas, botones, medallas, postales y cartas”, enumeró.

 

Recuerdos encontrados

Imaginando una diferenciación entre los consumidores, marcó distintos puntos de vista: “El coleccionista compra porque lo colecciona y después hay personas que lo compran por nostalgia o por impulso”.

“Pasan, ven algo que les llama la atención y lo compran; aunque después me lo han venido a ofrecer de nuevo”.

“Todo esto se trata a veces de un adorno y no pasa a tener otra función… la gente, a la larga se cansa, como los chicos, nada más que le lleva más tiempo”.

“También podemos hablar de personas de 30 o 40 años que compran un yo-yo, un pin, un trompo o bolitas. Lo vieron, le gustó y les trajo recuerdos”.

“La gente usa los objetos como un portal en el tiempo, cuando lo tocan se trasladan a ese momento donde lo utilizaron… y esto es algo para personas que les gustaría volver por un instante a ese momento”, redondeó.


Publicado en el Diario del Centro del País 


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