20 dic 2018


“Truco de espejos” fue publicado en el año 2016 y su poesía, siempre atemporal y contemporánea, invita al lector a una travesía con diversos hábitats
Escribe Daniel Rodríguez
Entrometernos en las esferas literarias y analizar una obra en particular es una tarea no menos compleja. Uno intenta desmenuzar y desenredar los diferentes componentes que están volcados sobre la pluma del poeta al momento de haber derramado ríos de tinta por las nobles páginas que tanto se nutren.
Con dicho pretexto y osadía, nos entrometemos en Truco de espejos de Fabio Cardarelli (Editado por Lago en 2016). Dicho volumen, el cual forma parte de su anaquel personal en donde ya posan Donde la piedra es pájaro (1986), Bis (1989) y La breve recompensa (Dínamo 2016), tiene diferentes constantes y variantes que van yuxtaponiéndose a cada paso. ¿Posibles para un análisis? Seguro. ¿Suficientes como para entender al poeta? Eso está por verse.
Truco de espejos se llama este “sólido y parejo libro […] y nos remite a la idea de que cada película que azogue contiene una experiencia: la de la infancia, la del pensamiento, la de las lecturas, la de la filiación. Todas sus finas capas superpuestas que brindar un reflejo inacabado, sin bordes, frondoso, de un poeta y el mundo que lo rodea” define un breve texto de contratapa.
Veinticuatro poemas son los reunidos para esta edición. Vale la pena mencionar que el tono, el matiz y la intensidad se asemejan a cada vuelta de página. Temas recurrentes y remembranzas que hacen que el “yo poético” se destaque y vuele como un pájaro encima de los versos.

Premisas
En el texto Fotografía de la guerra, Cardarelli se aproxima a una metáfora bélica aproximada más bien al romance en los versos finales. Con preguntas cruzadas e imágenes sensoriales – que son también un recurso que maneja muy bien- el poema tiene una puerta de entrada por demás atractiva.
La imagen de un padre, al inicio del ejemplar, conjuntamente a su hijo, dibujando con trazo grueso la dignidad del hombre. La humedad, la oscuridad, los huesos y un árbol seco con poca vida forman de alguna manera, la atmósfera que (por lo menos en esta edición) el escritor atina a generar para poder transmitir y llegar al lector/espectador que, en palabras del escritor ruso Boris Pasternak, son como “la angustia con sus manos, apretándote la garganta”.

La introspección
En Uno va renunciando a los oficios, por ejemplo, se va recreando una escena cotidiana con una posible introspección hacia los sentimientos más nobles evocados a través de una musa que, a su vez, viene a ser el disparador para que el portavoz pueda volcar cada impresión y sellarla con remates furibundos.
Variados en su extensión, una decisión marcada correctamente, y con el aire suficiente como para ser leído de un solo tirón, la poesía del poeta radicado en Villa Nueva (y nacido en 1969) emerge con aires novedosos tomando un punto estilístico que se va forjando y aggiornando a cada espacio habitado.
Una clave rasando en tu voz de medianoche encuentra al vate resolviendo su escritura (y también algo de la finitud del hombre) con un punch que se aproxima a una cuestión meramente existencial (a modo Sartreano). “Somos esa arena/ que es devorada en la orilla / esperando el final / con la gran Ola” (sic). La palabra ola, con mayúsculas en este caso, va emitiendo una nominación particular; brindando entidad e importancia; remarcando así – a su vez – el anclaje necesario como para que el punto de fuga del poema tenga un rasgo distintivo que es meramente innegable. Al ser utilizado solamente en este poema -y no reiterándose- van dilucidando una cuestión estilística que ha sido optada a la hora de haberlo trazado y corregido.
Casa de todos, otra pieza lírica de dicho libro, va vertiendo en nuestros ojos diferentes recuerdos de una adolescencia y juega con la ironía, el absurdo y nos deja sembrados en una paradoja risueña pocas veces imaginada: “Vos te olvidás de volver me reprochaba y / es imposible volver a donde jamás podés irte/ Vos te olvidás que tenés casa pero / todos los rincones de ese pueblo eran mi casa […]”. La imagen de una madre, en un contexto invadido por la nostalgia y la vuelta en el tiempo, complementan (cita por medio) la página 15, la que contiene dicho contenido.
Adaptable, lúcido y multifacético. Diferentes texturas que pueden ser experimentadas y un converger de metáforas hacen de esta obra un oasis capaz de perder a un ávido lector deseoso de metáforas, referencias y de imágenes materializadas que tienen mezclarse con sustantivos abstractos. Sin dudas, el poeta, sus fantasmas y las virtudes que lo van diferenciando y van forjando un producto macizo y sólido donde varios mundos convergen entre tapa y tapa.
El autor, el “yo” poético y diversos personajes (familiares o experimentales) van siendo los recursos hacia donde, como una lanza, van dirigidos cada uno de los poemas. Aunque en algunos casos, la mira apunta hacia la misma persona que busca, entre los árboles, su objetivo.
Truco de espejos puede conseguirse en Esmeralda, José Ingenieros 226, Villa María.

*Publicado en El Diario del Centro del País el 11 de noviembre de 2018

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