7 nov 2017


Horas y horas de televisión copadas por diferentes dirigentes que prefieren el calor de las cámaras que el frío de las calles y los encuentros cara a cara con los vecinos que no pueden ser muy gratos ¿Por qué esta nueva tendencia? 



Ahí están. Son las 20 y ya vemos a Carrió en TN hablando con diversos periodistas acerca de diversos temas que tienen que ver con el país. Seguimos haciendo Zapping y encontramos a otro dirigente del Partido Justicialista sentado en un programa de chimentos hablando acerca de Santiago Maldonado. Más temprano, en horas de la siesta, un actor se debate con otro actuante dirigencial acerca del rol del estado en diversas cuestiones. 
Más temprano, según confían los estudiosos de los medios de comunicación, aquel mismo señor - el político - estaba repasando un texto una y otra vez, ensayando frente a una cámara y eligiendo su mejor perfil para la televisión mientras aprendía a no bajar la mirada y a hablar pausado y sin esa fuerza que tenían los politicos antaños que golpeaban el atril y levantaban los aplausos.
Hace uno tiempo atrás, este crónista recuerda, Néstor Kirchner, quien luego fuera presidente, estuvo en Villa María brindando esa clásica cena de arroz con pollo servida en bandejas de plástico mientras la parcialidad - entre sillas y caballetes - aplaudía cada una de sus palabras. Pero eso es parte del pasado. ¿Crisis? ¿Cambio de época? Tal vez las dos cosas.
Hace un par de días atrás se difundió por Infobae una nota donde la ex presidenta Cristina Fernández hablaba más de dos horas con Novaresio. También se la escuchó hablando una hora y media con Victor Hugo Morales. Más tarde, al momento de buscar música por Youtube, una publicidad de Llaryora invade la pantalla del celular con diferentes propuestas. 
La televisión ahora da esa idea de masificación de la audiencia. La gente está toda juntada, en sus tiempos de ocio, mirando la TV mientras recarga fuerzas para un nuevo día laboral ( ¿la función narcotizante?). Y en esa ensalada de bailarinas, tipos que debaten hasta de que color tiene que ser la azúcar, aparece un candidato a senador con cara de circunstancia. 
"Y es que es más fácil" dicen algunos. Ya que no deben ir al barro de los barrios si no a un estudio televisivo dónde pueden llegar a más personas que - interesadas o no - pueden recibir lo que él quiere decir en un contexto muy distinto que un salón enorme con bombos, banderas y votos dando vueltas. 
¿Las cosas cambiaron? Por supuesto. Lo que no cambió es la democracia, pero ahora la manera de elegir es totalmente distinta. Mientras antes se trataba de ganar votos, ahora se intenta no perderlos, por medio de diferentes métodos de asesores que sugieren que temas tratar, como verse y hasta como posar en las fotografías. Es el mundo de la imagen.
Sin ir más allá, aparece la figura de Jaime Durán Barba, asesor presidencial que durante la campaña recomendó al PRO como hacer y decir diferentes cuestiones para que la gente no tome a mal sus palabras y pensares. 
En pocas palabras, duele como elector el tener que encontrarse con todo un circo televisivo armado, distante, en dónde el contacto es cada vez menor y el calor humano de la militancia (salvo en los pequeños poblados) se va apagando como una llama. 
Todo hace pensar que las elecciones ya no se dirimen en la calle si no en un estudio de televisión, bajo las luces y cinco cámaras tomando diferentes planos esperando la polémica fácil.



Publicado en "El Observador" de Monte Maíz

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De viejas tempestades

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