El domingo del Día de la Madre el chofer de colectivo se encontró con el cuadro de una mujer al borde del suicidio. “¿Nadie va a hacer nada?”, se preguntó. No dudó, bajó y le salvó la vida
Hace un par de minutos Juan Echegaray (36) acaba de bajarse del 17 B, es el fin de su turno. Es chofer de transporte urbano y el lunes no es un día más para él, mucho menos tras el domingo que le tocó transitar.
“Esta mañana me levanté exaltado, acelerado”, comentó en diálogo con El Diario.
Durante la tarde del pasado domingo, con motivo del Día de la Madre, Juan iba a visitar el cementerio junto a su familia en su auto particular. Como en tantas ocasiones sucede, el tránsito se detuvo tras la baja de las barreras y el inminente paso del tren.
Allí, en medio de la espera, mientras el hombre dialogaba con su esposa Melina y sus hijos Martina (7) y Agustín (2), observó que una mujer estaba parada sobre las vías con poca intención de moverse. Sin dudas la fatalidad se acercaría, pero su reacción cambió el rumbo de la tarde y de la vida de aquella persona.
“Fue en Vélez Sarsfield y Sabattini, yo estaba esperando que pase el tren. Mi auto estaba segundo en la fila (había uno adelante). Entonces veo a una mujer parada en las vías, bien en el medio. Le comenté la situación a mi señora, pero ella pensaba que la mujer estaba parada en una aledaña por donde no pasaba la máquina”.
Aun así, el pensamiento de Juan (padre de tres hijos) era acertado. Se condecía con el notorio sonido de la bocina del motorman que solicitaba que tal persona se apartase de la zona de tránsito.
“El tren se encontraba en ese momento a 100 metros, una cuadra. Ahí, mientras pensábamos en proteger a los nenes, haciendo que miren para abajo y no vean, no lo pensé y salí”, confiesa el entrevistado.
A ciencia cierta, el hombre sí pensó. “Pensé por dentro mío, sin decir nada: ‘¿No vamos a hacer nada? ¿Vamos a ver eso?’”.
“Abrí la puerta y salí corriendo. Entonces le empecé a decir: ‘¡Señora, salga de ahí!’. Ella estaba parada, y cuando me escuchó empezó a caminar más rápido en el mismo sentido que el tren, por las vías”.
En ese instante, el chofer destaca que algo le estaba diciendo la mujer, aunque no pudo entenderlo por el estruendo que generaba el inminente paso del vehículo de gran porte. “No había más tiempo: me abalancé, la abracé y la saqué”, resumió.
“En eso bajó otra persona de un vehículo de enfrente y le pedí que la agarre, porque yo no tenía más fuerzas... No la quería soltar por la cuestión de que se fuera de nuevo”.
La mujer, de aproximadamente unos 45, 50 años, estaba sola y tras aquel hecho sólo enfiló nuevamente hacia el bulevar y se perdió en el horizonte.
“Estaba tratando con la muerte”
Pero la historia no finaliza ahí ni mucho menos. Tras saltar hacia el otro lado de las vías, su familia (que había quedado dentro del auto) no volvía a verlo ya que el tren detenido les impedía una cuestión visual.
“Estaban preocupados, con lágrimas en los ojos”, sostuvo.
En cuanto al día después de un hecho que lo marcó, el hombre sostuvo: “Anoche dormí a los saltos. Esta mañana, cuando sonó la alarma, pegué un salto de la cama y desperté al bebé... te levantás alborotado”.
“Me siento bien, medio raro. Si bien soy católico por la familia, no voy todos los domingos a la iglesia, cuando la saqué a ella pensé que estaba tratando con la muerte”. El sano orgullo que contiene hoy el trabajador del volante se condice con la de su pequeña hija: “Está feliz, la llevé hoy (por ayer) y se ponía alegre porque me hicieron notas; para ella soy un héroe”.
Rememorando la situación, y siendo el único que decidió salir en búsqueda de proteger al prójimo, reflexionó: “Había autos, pero me bajé. Creo que atinan a darse vuelta a no mirar la situación en vez de hacer algo”.
“No sé por qué me nació, abrí la puerta y salí corriendo. Lo hacés porque te nace, a otras personas les nacen otras cosas. Cuando ya volví abrían las puertas los autos y la gente me preguntaba, pero nadie las abrió para salir a ayudar.
En el breve diálogo que pudo tener con la mujer, en medio de la vorágine, él solo le explicó que “no era la forma”. Asimismo relacionó el hecho con su quehacer diario: “En el trabajo uno ve muchas cosas. En el colectivo te encontrás a gente discapacitada y son personas que la siguen remando. ¿Cuál es el problema tan grande que no se puede solucionar? Ahí le pasás el problema a otro”.
El cierre de la historia también lo tiene al maquinista, que el domingo no pudo tener un diálogo amplio por cuestiones obvias, pero hablaron durante la mañana de ayer. “Me agradeció. El tuvo dos situaciones como ésta que no terminaron felizmente”. “Me comentó que estuvo con carpeta psiquiátrica y demás”, redondeó Echegaray, mientras terminó de acomodar sus cosas para descansar ya que en pocos minutos debía volver al ruedo.
Publicada en El Diario del Centro del País
0 COMENTARIOS DE LA VAGANCIA :
Publicar un comentario