Las grandes
mortajas que se tejen solas como un pañuelo infinito, las crueles uñas que
crecen solo para dañar. Las divisiones,
las multiplicaciones, el mar de números para nada, para aparentar. El monótono
y constante ruido de las calculadoras que vuelven a volver a empezar la sumatoria en medio de un gélido cubículo
de San Martín al 3000.
¿Recuerda usted la espada de
Damocles?
¿Ha visto usted como ha crecido la
ciudad?
La soledad de un
alto edificio vacío que casi pincha el cielo con su pararrayos, la triste compañía
de gente sin techo mirando como la sombra de aquél gigante edilicio los va
ocultando aún más.
Las palabras que
no son palabras, si no sonidos que se pierden en un mar de banalidades, de
bocas que hablan todo el tiempo, de medios que comunican cosas que hacen que la
gente se aísle más, la loca paradoja del “tengo lo que soy” y del “soy lo que
tengo”.
Mientras tanto,
el sol se desangra en ese ocaso que es el suicidio perpetuo, con la triste
melancolía de que la jornada ha culminado y su lejanía no le permite tocar el
pétalo de una dalia.
PH : Laura Miramon
Veinte disparos
en una pared, una cámara fotográfica, una silueta dibujada a tiza, un
estallido, gente que corre, gente que paga, gente que cobra, gente que actúa
como gente.
La última vez
que sentí la nausea sartreana me encontraba yo caminando por el frondoso
boulevard Oroño, entre palmeras y coches de alta gama: la calle me caminaba,
los zapatos me usaban, la camisa me envolvía en su áspera tela y el fuego
encendía un tosco cigarro que supuestamente me iba a mejorar y calmar. Más allá, entre las nubes y los paraísos de un
parque, una pequeña aparentaba disfrutar la primera primavera del mundo… Y yo
me la perdía pensando que mi existencia era única y que mis amores fueron
únicos y que todos somos distintos.
La existencia,
tal como la espada de Damocles, cuelga sobre nuestras sienes, y vilmente
redondea para arriba como aquella
calculadora de calle San Martín.
Demostrando hasta el hartazgo que todos nos parecemos, sólo que no todos
nos disfrutamos.
Y una tersa
caricia hizo dormir nuevamente a todos los gigantes.
1 COMENTARIOS DE LA VAGANCIA :
Lo has escrito tu? Waoo!! Está muy bueno el texto :D
Besos^^
Publicar un comentario