El recuerdo, el halo gris, la tristeza y el sexo son la constante en su vida. Grandes descripciones en un estilo bastante pesimista que va siendo poco variable con la soledad como compañía constante a pesar de estar acompañado de diferentes personas.
Midori (una joven enérgica que aparece) es una aventura constante, además de Naoko (su amor) son el centro de su historia (de Watanabe).
Un personaje central que narra, que piensa y que siente la muerte cercana y la banalidad como una repetición que va fluyendo y que por momentos se vuelve hasta densa.
Lo cierto es que Murakami ha logrado condensar la vida de un ser humano común expuesta desde la ironía y la rareza.
Naoko, en base al suicidio de su novio (también mejor amigo de Watanabe) va cayendo en una tristeza que la termina arrastrando a un centro de rehabilitación poco convencional. Éste mismo centro se lleva una parte importante de la obra, en el cual se implosionan diferentes vicisitudes que el protagonista va sorteando, observando y hasta ignorando.
El poco interés por el resto - a pesar del esfuerzo por querer aparentarlo - nos deja preguntandonos si fue adrede o una falencia.
En fin, posee una trama adictiva que lo vuelve un texto de lectura especial para los tiempos que corren ya que la trama nos va recordando todo el tiempo lo sucedido y lo que sucedió.
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