¿Qué tienen en común Barack Obama,
Mujica, Merkel, Cristina Kirchner, Scioli y su esposa, Pino Solanas, Hermes
Binner, Mauricio Macri, Julio Cobos, Gerónimo Vanegas, Daniel Filmus, Eduardo
Dhualde, Gabriel Mariotto, Ricardo Lorenzetti,
Los sindicalistas Armando Cavalieri, Pablo Moyano, Darío Gustozzi,
Marcelo Tinelli, Carlos Tevez, Daniel Angelici, Luis Ventura, Valeria Massa
e Isabel II? Exactamente, todos tienen fotos con Francisco
I.
Podríamos seguir enumerando y juntando
la biblia con el calefón a lo largo de un par de líneas más pero nos detenemos
aquí ( de igual modo, en treínta días la lista va a seguir sumando
personajes). Lo cierto es que desde que
Bergoglio pasó a ser el sumo pontífice muchos han sido los que viajaron y
recorrieron miles de kilómetros para obtener una fotografía con él y un
recuerdo que presumir y mostrar a la sociedad completa.
Obviamente, la instantánea es de un
fuerte impacto para el que la ve, ya que
él (Francisco I) es un símbolo de poder muy importante a nivel mundial.
Pero, ahora ¿Cuánto valor tiene esa
imagen? Para muchos se convierte en un
aval o en un ícono importante a la hora de pensar y fijar posiciones políticas,
por eso es que todos huyen rumbo al vaticano en busca de aquella migaja que los
acerque un poco mas al reconocimiento colectivo. Aparentemente con una imagen, la empatía de dicho sector
social se puede voltear hacia un margen predeterminado sólo por una cuestión
tan pequeña como el “click” de una cámara.
Es importante tener en cuenta los
distintos matices que tiene la lista anteriormente nombrada. Al tener tantos personajes
una foto con el papa, ésta se va devaluando ya que no se convierte en lo más
deseado ni en un logro único e inconseguible – va perdiendo esa “magia divina”-.
Lo cierto es que tal como le dijo a los
medios de comunicación el padre Pepe Di Paola, un conocido cura villero que
está al frente del Hogar de Cristo, “Si son muchas las fotos, el resultado es
igual a cero”.
De más está decir que, en el mundo
político, a muchos les interesa codearse, saludar o que un emblema del poder los
conozca. De esta manera lo que intentan hacer es trepar un par de escalones en
la reñida carrera que se está desatando con miras a un dosmilquince que será un
año electoral. Algunos quemarán sus
cartuchos antes, otros después.
Aún, el que no tiene una foto con el
Papa, sorpresivamente, es Massa, uno de los mayores candidatos que ha
aprovechado de todas las maneras posibles los medios de comunicación para
exponer sus opiniones. En una nota muy reciente, el intendente de Tigre dijo
que por el momento no lo visitaría (es decir, no le daría uso a esa herramienta
politica que muchos han utilizado con anticipación) además de anunciar que
luego del mundial lanzaría su campaña.
Es indiscutible que esta nueva etapa
política, social y religiosa ha movido muchas piezas del tablero. Desde los medios de comunicación la
demonización hacia la iglesia ha descendido y aparentemente no existe ninguna
crítica posible. Por ahora, son todas rosas y sonrisas.
Lo cierto es que desde que Jorge Mario
Bergoglio pasó a ser Francisco I no se ha generado ninguna polémica. Esa razón
misma, envuelve a todo en una paz, tranquilidad y benevolencia digna de
envidiar y anhelar.
Queda mucha ruta por delante y falta
muchísimo todavía para empezar a ver los spots presidenciables una y otra vez
por la televisión. Lo que nos queda, como el pueblo espectador que somos, es
esperar de este lado del vidrio – o de la página-.
Cuando se empiecen a tratar temas
tajantes y cuando la iglesia, como máxima institucion, comience a emitir su voz
y su voto con respecto a los temas que confluyen e impactan de manera
contundente en la sociedad ¿En qué parte del escritorio estarán las fotos? ¿En
un portaretrato o en un cajón?
Daniel Rodriguez.
Para El Observador
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