Esta noche concluye, exitosamente, una nueva edición de uno de los eventos más convocantes de Villa Nueva. Las palabras de sus protagonistas
Escribe: Daniel Rodríguez (especial para El Diario)
Una forma de ser, de sentir, eso es sin dudas la manera de vida que han elegido cada uno de los participantes de esta gran explosión de alegría.
En su edición número 33, esta vez en el cosmódromo “Rey de Carnaval”, ubicado en el corazón del emblemático Parque Hipólito Yrigoyen, la fiesta tuvo una nueva edición que tiene un balance por demás positivo.
El Diario dialogó con diferentes representantes barriales respecto a los sentimientos que corren por su cuerpo mientras danzan al ritmo de redobles, bombos y repiques; elementos que, sin dudas, forman parte de la identidad de una ciudad.
Flavia Pérez (barrio San Antonio): “Es felicidad, baile y libertad…”
Con una enorme sonrisa y pensando cada una de sus palabras, aún agobiada por el trajín que los mantiene en vilo y ensayando sin pausa, la pasista rememora sus comienzos y también habla de la actualidad de esta gran festividad.
Ella, quien ganó por cinco años consecutivos en su rubro hasta la actualidad, define claramente esa energía que es prácticamente inexplicable.
Es que no hace poco tiempo que disfruta del brillo y de la algarabía; ya son 26 años. “Empecé bailando en 1993, cuando tenía 3 años” recuerda. “En ese entonces se usaba mucho que tus papás te llevaran. Había una comparsa que era de solo niñas, en barrio Villa del Parque, y se bailaba con música en ese entonces. Con una linda calidad, trajes elaborados, muy bordados” rememora “entonces ahí arranca uno, un poco obligado, un poco porque te gusta” subraya ella, quien desde aquel verano inicial no se detuvo.
Al momento de comenzar a desempeñarse en su rol, en barrio San Antonio (y ganar desde ese momento a la fecha) lo define “el sueño más grande. Todas las que bailamos soñamos con llegar ahí y ganar ese premio. Ya con ser pasista, para uno que lo siente, es muy importante porque es mérito de trabajo. Y cuando lo logré fue una locura, muy emocionante”.
Y cada año, la joven sorprende y no es azaroso ya que existe una formación constante: “Miro muchos videos, no tengo la posibilidad de estudiar, cosa que me gustaría mucho. Pero busco mucho, miro mucho; me gusta mirar los videos de las bailarinas referentes mías y le saco todo el jugo, las miro como bailan, como se expresan, todo. Si bien no las imito, es una referencia en cuanto a cómo trabajan” define.
Con el paso de los años, y con un reconocimiento en su tarea, Pérez asegura: “Soy consciente de que me tengo que comportar, siempre. Porque soy consciente (sic) de que en mi barrio me miran mucho las más chiquitas […] uno tiene que tener una buena actitud y dar un buen ejemplo para ellas” apuntando también a lo social que tiene la fiesta grande de la ciudad.
A modo de reconocimientos, hace un tiempo ella, conjuntamente la batucada Reyes de Samba fue distinguida en la localidad vecina de La Carlota: “Que te llamen por el nombre, el cariño de la gente de los otros barrios, es algo que a uno lo sorprende. Y a la vez una presión enorme, este año tengo una presión enorme, porque esperan y yo por ahí pienso: todavía no me capacité o me falta seguir aprendiendo otras cosas”, confiesa.
Y justamente, en alusión la labor de la batería que la acompaña, ella los nombra con una sonrisa: “Me gusta mucho y disfruto mucho de mi batucada, me encanta el estilo; porque entonamos. Con mis compañeros, que dirigen, tenemos esa conexión y todo fluye y me encanta la música que hacen”. Este año, ella también toca en algún momento del show: “Es una experiencia maravillosa” asegura.
Respecto al avance de los tiempos, en esa mixtura que tiene el carnaval, la bailarina percibe que “hay mucha gente nueva que lo está aceptando y que se está haciendo parte, porque vi que la gente disfrutaba del show; esa es la idea. Hay muchas cosas muy lindas por hacer a futuro”.
Nuevos tiempos y sentimientos: Asimismo, en cuanto a la ubicación del evento en el parque, Flavia apunta que le parece “maravilloso, muy cómodo; porque es un lugar más amplio. Es cuestión de que la gente se sienta cómoda. El parque es un lugar que se puede explotar de muchísimas maneras y es un proyecto muy logrado. Con entrada gratuita, un espectáculo para la ciudad, que se puede ir con toda la familia, que se puede comer algo con la situación como está”.
Ella, con su familia también inmersa en esta locura que es “contagiosa” hace un espacio también para agradecer y reconocer “a todas las comisiones y a la mía. Verlos trabajar, sin dormir, con dolores en el cuerpo y yo sé que lo hacen porque muchos chicos dependen de eso y sueñan con estar el viernes. No ganan nada, pierden tiempo, a veces dinero, y lo hacen con una pasión enorme porque muchos chicos necesitan de ese espacio y de ese lugar”. Y allí va, acompañando también en su formación a Los porotitos, el conjunto formado por quienes integran la Dirección de Discapacidad de Villa Nueva.
“Aprender, crecer, estar juntos, el acompañamiento para con todos, es felicidad pura, es libertad, baile, arte, un trabajo social enorme” todo eso, y seguro mucho más, es para Flavia Pérez, el carnaval.
María Albertengo (barrio Los Olmos): “Nuestra felicidad es sacar a chicos de la calle”
Hablar con ella es como dialogar con la historia del Carnaval. “Mari”, como todos le dicen, actual presidenta de la comisión de su barrio, recuerda bien el inicio de la danza y el color. Hace 33 años atrás, lo que parecía una expresión popular terminó siendo uno de los símbolos villanovenses. Allí estuvo y aquí está hoy.
“En los galpones del cruce de ruta 2 y 4” recuerda María Albertengo “fue donde se iniciaron los carnavales” Y agrega: “Las primeras carrozas eran todas hechas con papelitos de todos colores”, más personas que se disfrazaban con diversas prendas. La idea de Ghessi, Hilario y demás personas fue la que impulsó todo en la ciudad. “Ellos comenzaron en la plaza, cuando no había premios ni competencia y era para divertirse”; así, cada enero comenzaría a llenarse de brillo. Mucho tiempo más tarde llegarían las lentejuelas y los canutillos, como así también la competencia entre barrios.
Desde aquellos momentos, la protagonista recuerda el hecho de “participar por gusto”. Y vaya si moviliza cosas en su interior que confiesa: “Hace nueve meses estamos trabajando con la vestimenta” de este 2019. Es que ella siempre fue la encargada de colaborar y trabajar en los atuendos.
La actualidad: haciendo un análisis de la convocatoria, recuerda “cuando nosotros comenzamos y hasta hace 4 años atrás, solíamos ser 12 mil personas por noche. Luego, con la crisis, comenzó a bajar en cierto punto la convocatoria. Ahora todo cambió porque es gratis” afirma mientras se muestra entusiasmada por la nueva locación: “El Parque es un lugar muy lindo; siempre quisimos hacerlo ahí porque en la ruta teníamos un horario determinado para cortar”.
En cuanto a la laboriosa tarea de los trajes, Albertengo comenta que “ahora ya no bordamos tanto porque empezaron a salir cosas nuevas” por esa misma cuestión, y para mantenerse a la vanguardia: “Viajamos a Rosario, Corrientes, 25 de Mayo” y demás ciudades en busca de lo mejor para la comparsa Capricho de los Dioses y la batucada Manos de Fuego.
“Dos meses antes de los carnavales estamos agotadas” comenta la incansable defensora de la alegría al momento de hablar de estos días de correr mucho y dormir poco. Mientras dialoga con nosotros, un poco más atrás está Lorena, su hija, apuntando y confirmando cada una de las palabras mencionadas.
Asimismo, respecto a la función social y a como se apropian las familias de los carnavales, María nombra a algunas bailarinas que “ya son mamás y siguen bailando”; sosteniendo la tradición a través de las generaciones. En tanto, también destacó la tarea de contención de dicho grupo: “Nuestra felicidad es sacar a chicos de la calle. Los varones estuvieron trabajando a la par nuestra este año, lentejuela por lentejuela. Así los sacás de la calle” y de todo lo malo que pueda tener.
“Yo siempre ayudé con la ropa y demás, pero nunca bailé. Me gusta armar el carnaval. Todo lo que ustedes ven en la calle, soy yo quien lo cose” cierra con un genuino orgullo de quien defiende la identidad local.
Rodolfo Albarracín (barrio Sarmiento): “Se siente en el alma”
Desde hace 26 años, “El Palomo” como todos lo conocen, palpita al ritmo de la batucada. Mayormente su desempeño fue en barrio La Floresta, otros de los tradicionales barrios que no participa en esta edición. Eso sí, durante este año forma parte de la comparsa Taperigua y de la batucada Batuzamba del barrio Sarmiento. “Mi hija tenía 4 años cuando yo empecé, ahora tiene 30”, afirma.
Rodolfo conoce de carnavales y tiene a toda su familia participando de forma activa desde hace años. Actualmente, comparte el cosmódromo con sus hijas y sus nietos; es decir, tres generaciones disfrutando de lo mismo y vibrando al mismo ritmo.
“Ahora estamos colaborando con el Sarmiento” comenta. “Está mi hijo y mi nieto. Tengo otro nieto que tiene 2 años y ya anda con una caseta, tira la sangre… El hijo de Brian Oro, quien dirige la batucada, que tiene 4 años, está con nosotros también tocando”, comenta destacando a los más pequeños.
“Yo ingresé por mis hijos” recuerda, “a ellos les gustaba. Yo no participaba, pero siempre ayudé a hacer la carroza y esas cosas. Cuando se retiró doña Vilma Villalobo (quien hacía la vestimenta) quedé yo durante 15 años y estuve como responsable con toda mi familia de La Floresta, en aquel momento. Luego siguió mi hija”, tiempos en donde su mujer hacía los trajes y trabajaban suegros y cuñados.
Contento por la cantidad de gente y de que se haga en el pulmón verde de la Villa, Albarracín hace un párrafo aparte para reconocer a sus compañeros: “Han trabajado muchísimo” dice en alusión a Maxi Piva, Brian Oro y Carlos Vicco, quienes manejan la batucada; yo me he sumado con ellos hace poco; en tanto, también agradeció la participación del locutor Pablo Mariscotti en la arenga”.
Otro dato a destacar, y que es muy importante a la hora de valorar, son los costos de formar un grupo “es muy caro hacer una comparsa, el material, los instrumentos” y demás cosas que incluso se importan.
Al momento de poner en palabras los sentimientos, define con algo de emoción invadiendo sus ojos que: “El carnaval es la alegría, la gente, ver tus hijos, tus nietos tocando es muy lindo; al que le gusta el carnaval lo siente en el alma”.
“Cuando estuve yo (en La Floresta) siempre los llevé de viaje; de paseo a las sierras. Carlos Paz, Santa Rosa o San Agustín, no a tocar. Un fin de semana viajábamos, gente que por ahí no conocía más allá de Villa María”. “Esto es una cultura, algo que mucha gente no le da bola pero agarrás cualquier instrumento y al darle vida, se te van las patas solas para bailar (sic)”.
Aunque asegura que “es una responsabilidad que vos tomás”, sin dudas, “El Palomo” es otro de los íconos que mantienen a esta gran celebración en pie a través de las décadas.
Federico Secchino (barrio Malvinas Argentinas): “Es cultura, es parte de mi vida”
Hablar de Sambarsa es también mencionar la tarea de Federico, quien tiene 18 años, pero desde los 13 ya había comenzado a unir y organizar (siempre con responsabilidad) a diferentes niños y adolescentes que hoy forman parte de la numerosa comparsa y de su batucada “Paixao du Samba”. Lo que había comenzado como un conjunto de amigos y compañeros, terminó sumando a un centenar de personas que invaden la calle Lima (a metros de avenida Libertad) en cada ensayo. “Yo tenía 13 años. Nos habíamos juntado para tocar en Navidad y Año Nuevo y allí nos vieron desde la comisión, entonces fuimos invitados” afirmó el joven que hace 11 meses se vino preparando para este mes de enero.
Su ingreso en dicha costumbre “viene de generaciones: cuando yo estaba en la panza de mi mamá (Noemí), mi viejo (Cristian) dirigía la batucada del barrio. […] Ya es parte de mi vida”, asegura el adolescente que desde pequeño ya venía “haciendo ruido”, hoy (finalmente) él también se encuentra como director.
Es que, tras salir de trabajar, Federico siempre parte rumbo a la sede del centro vecinal, para unir fuerzas y organizar el grupo que tiene a cargo y que comparten su misma pasión -tal es el cariño por la tradición, que posee dos tatuajes alusivos en su piel-.
Ubicados en el Parque este año como “algo que se soñó siempre”, la comparsa esperó su momento en cada noche para brillar. “El carnaval es algo como el desfile, simboliza mucho a la ciudad; es cultura”, aseguró.
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